La crisis de opioides en Estados Unidos es un fenómeno activo desde la segunda mitad de la década de los noventa. El inicio coincide con la salida al mercado del medicamente OxyContin, desarrollado y patentado en 1996 por Purdue Pharma. La oxicodona, componente activo del OxyContin, es un fármaco de la familia de los opioides. La epidemia de opioides lleva más de dos décadas presente en el país; tan solo en el 2017, cobró 72,224 víctimas por sobredosis. Después de una abrumadora cantidad de muertes causada por sobredosis de oxicodona, de heroína, morfina, entre otras, llegó una nueva droga cuyo uso ha incrementado rápidamente: el fentanilo, un opioide sintético.
Podemos hablar de tres olas principales en la crisis de opioides: la primera, cuando las farmacéuticas insistieron en la prescripción de OxyContin como analgésico para diferentes casos; la segunda, cuando los pacientes adictos comenzaron a usar heroína; la tercera, la que comienza a partir de la creación del fentanilo. Esta droga es cincuenta veces más potente que la heroína. Un estimado de 95,000 muertes en cinco años han sido causadas por el uso del fentanilo. El debate alrededor de los opioides es altamente complejo: existe el lado legal, el de las farmacéuticas, que incluye los medicamentos bajo prescripción, y el lado ilegal, el de los cárteles y el de la venta ilegal de analgésicos.
Decir que el lado legal, el de las farmacéuticas, es el lado “bueno” es reduccionista. La realidad es que la corrupción dentro de estas empresas ha causado adicción: la prescripción excesiva de opioides es una causa principal de esta crisis. Sin embargo, el uso responsable de este fármaco es importante: hoy en día es básico para el tratamiento del dolor. En México sólo puede ser recetado por un número muy reducido de médicos. El problema verdadero se da en lo fácil que es sintetizar esta droga: cualquier químico puede desarrollar una droga similar al fentanilo, que poco tiene que ver con el fentanilo clínico y el cuidado con el que se produce en los laboratorios de las farmacéuticas. No existe un control de calidad, ni una homogenización: el lado ilegal puede resultar en una muy mala dosificación.
Sin embargo, el manejo del dolor en Estados Unidos es bastante irresponsable. Los médicos están muy presionados con respecto a la prescripción de analgésicos fuertes: esto resulta en que las personas generen una tolerancia a los medicamentos que se traduce rápidamente en dependencia. Ahora bien, la mezcla de lo legal con lo ilegal es lo que ha hecho que el control de esta epidemia sea realmente complejo. El problema es que el fentanilo es, hoy en día, el analgésico más potente: si existiera un sustituto probablemente se usaría. No es así. En México, solamente se comercializan cuatro kilos al año en el sector médico. Nuestro manejo del dolor es contrario al de Estados Unidos: allá se abusa y se receta innecesariamente, mientras que aquí las personas están forzadas a vivir con dolor.
La relación bilateral entre México y Estados Unidos exige un acuerdo con respecto al flujo del fentanilo en las fronteras. Programas de prevención, acuerdos de importación y exportación de la droga, y la obtención de información verdadera del consumo ilegal de fentanilo son algunas de las medidas que deben de tomarse para evitar el tráfico. Las acciones no pueden de ser las mismas que se utilizan con otras drogas: el plan debe ser específico para cada narcótico. Estaremos atentos a las estrategias acordadas y al avance en estos temas.
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